Visitando [P]

Aire de desolación me rodeaba. Mis pasos cada vez eran más vagos y pesados, estaba en perfecto estado, pero aparentaba estar moribundo y con pinta de morirme, pero estaba bastante bien. Suspiré de forma pesada y alcé mi vista perdida para comprobar a donde me dirigía. Miré un templo de pinta bastante buena. Llevaba a mi espalda la Drache-Möder metida en su vaina, resultaba muy cantosa, por su gran tamaño comparado con mi pequeña altura, a pesar de aparentar tener 17 años. Subí las escaleras de forma muy pesada hasta llegar al templo. Un pequeño escalofrío me recorrió mi espalda bajando la vista al suelo.

- ¿Qué son....? - pregunté a mi mismo. Comenzando a caminar por el largo pasillo hasta toparme con el final, un pequeño estanque de agua con unas campanas, y una chica arrodillada. Sentía una presencia extraña en ella ¿qué era?... Alcé la vista y me topé con la campana, estaba todo muy bien adornado, estas cosas en Alemania nunca se venían, eran tradiciones chinas la verdad.

- Guten abend. - dije de forma tranquila, dejando mis brazos caídos, aun con la mirada perdida mirando a la chica.

¿Qué era..? Me la quedé observando en el corto instante que ella estaba meditando, tenía orejas, y cola de gato. Ladeé la cabeza a un lado aun sin parpadear y me quedé quieto, estático en el lugar, no un chico de moverme demasiado. Ante su pregunta asentí con la cabeza, tenía acostumbrado a hablar medio en alemán medio ( inserte idioma de aquí ) por costumbre.

- Sí. - contesté de forma breve y cortante. Alcé nuevamente mi vista y parpadeé lentamente mirando de nuevo el pequeño altar con las campanas, había que subir unas escaleras, pero no me gustaría dejar a la chica sola aquí, por cortesía.

- ¿Qué... es este lugar? - pregunté con un cierto grado de curiosidad dirigiendo mi fría mirada hacia ella.

¿Tradición? ¿Deseos? Eso es una chorrada bastante grande. Volví a sentir ese escalofrío que había tenido en un principio y miré hacia Himeko y me incliné haciendo una cortés reverencia, aun tenía costumbres, y no me las quería cortar.

- Un placer señorita Himeko. - dije incorporándome otra vez, cambiando completamente mi mueca de una leve sonrisa a otra vez la inexpresión normal de mi rostro. Ladeé la cabeza hacia un lado aún con la duda de esos extraños escalofríos.

- ¿Qué son... eso escalofríos? - pregunté con una leve curiosidad, sentí uno cuando me acerqué a aquí, y después, otro ¿qué sería?

Su cambio de expresión me había lo había dicho todo. ¿Un santo grial? ¿Deseos? ¿De que va esto? ¿Todos son deseos? Me crucé de brazos algo descontento y suspiré cerrando los ojos de forma lenta. ¿Tendría que luchar con ella? Si lo encontrase... mataría.

- Tranquilízate, no te haré daño. Solo soy objeto de mi Master... - dije intentando tranquilizarla, demostrando así que no tenía ni sentimientos ni expresión propia, completamente sumiso a mi Master o señor.

- El santo grial ese... ¿qué tipo de deseos concede?.. - volví a preguntar. Supuse al momento, que si era algo que daba deseos, debía ser especial, porque si no, estaba el altar este, aunque... también puede haber diferencias.

Una pequeña brisa fresca acarició aquella zona, haciendo sonar la campana de forma leve que estaba en el altar. Cerré los ojos otra vez y miré de nuevo hacia la chica, seguía dudando en que hacer, mi señor no estaba... no sabía que había sido de él, me invocó, y por ahí quedó. Una guerra... recuerdo en la de guerras que habré participado yo para proteger a mi señor ¿sería esto lo mismo?... pero la diferencia es que ahora no tengo señor ni nada.

- ¿Tengo que matarte..? - pregunté mirándola, de forma que no tuviese miedo aún, en cierta parte, quería tener ese deseo... no sé para qué, pero una pequeña avaricia se había apoderado de mi cuerpo. Poco a poco fui caminando hacia ella acortando las distancias, colocando de forma leve la mano sobre la Drache-Möder, acercándome cada vez más a ella. Mi armadura hacía ruido por cada paso que daba, nunca me la quitaba, casi siempre la llevaba puesta para todo, o casi todo.

A pesar de la amenazaba que me había lanzado, mis pasos seguían siendo seguros y lentos, sin acojonarme en ningún momento. Desvié lentamente la mirada hasta toparme con los guantes que se había puesto, tenía la leve impresión de que eran especiales, o simplemente unos normales. Desenvainé mi espada agarrándola con las dos manos, arrastrándola. Era la Drache-Möder ( Matadragones ) era una espada bastante ancha con el filo de la hoja color violeta mezclado con negro y algunos canales de color rojo, tenía la capacidad de calentarse.

- Tus amenazantes palabras no me afectan... - dije cerrando los ojos, ya cerca de ella. Los volví a abrir, estaba demasiado cerca suya, de un movimiento de brazos, podía rebanarla a la mitad.

- Defiéndete.. - murmuré moviendo los brazos ( ya que la espada estaba mirando hacia atrás ) cortándola a la mitad, de derecha a izquierda.

Era ágil, o es podía comprobar por el movimiento que había hecho para esquivar mi gran espada. Ya estábamos distanciados de nuevo. Suspiré alzando la vista y levanté la espada con las dos manos y la coloqué en mi hombro por la parte lisa de la espada, cuidándome de no quemarme, dado que, si me concentraba demasiado, el filo de la hoja se calentaba hasta tal punto que podía fundir el metal. Caminé de nuevo pero de una forma bastante más acelerada que antes.

- Perdóname... - murmuré, la verdad sin venir a cuento, ya estaba delante de ella como si fuese un plumazo y le dí otro golpe pero esta vez con la parte lisa de la espada, concentrándome al momento para que la hoja se calentase, simplemente para que al contacto se le hiciesen quemaduras, un poco graves depende de donde, parecía herida.

Mi espada rozó la parte trasera de su pata, no sonreí al ver la acción exitosa que había hecho, simplemente, seguía atacándola de forma continua, simplemente, casi no era cabal sobre mis acciones, por el desequilibrio mental que tenía, torturas de cuando era pequeño, aquel hombre... al que maté, se lo debo después de todo... haberme convertido en una máquina sin sentimientos.
Me giré para verla y comencé a correr esta vez hacia ella, simplemente para acortar las distancias, no tenía intención de atacarla de nuevo, estaba herida de antes, mi corazón de caballero no podía seguir esto, aparte de que era una dama ¿En que estaba pensando?. Cerré los ojos y suspiré, clavando la gran espada en el suelo apoyando mis dos manos sobre el mando, mirando a la chica.

- ¿No atacas? - pregunté a la pasiva, sin intención de volverla a atacar.

Observé sin parpadear ningún momento como su cuerpo se volvía más pequeño hasta convertirse en una especie de zorro pequeño. Me asombró en cierta parte porque no estaba acostumbrado a ver tales cosas, solo magia como la que más o menos sé utilizar yo y poco más. Enterré literalmente el hacha de guerra, no quería más pelea por ahora. Desclavé la espada del suelo y la envainé, dejándola colgando de mi espada, pero mi mirada seguía fija en ella.

- No voy a atacarte más, estás herida por lo que puedo ver. - dije fijándome en las vendas que llevaba puestas ( si las lleva claro ) soy legal, prefiero luchar espada con espada con un enemigo que esté al 100% de las fuerzas, dándome igual mi estado la verdad.

Después de haber envainado la espada de semejante envergadura, me acomodé la armadura, se había descolocado un poco por el movimiento continuo, aparte de que tuve el despiste de no haber ajustado del todo la armadura para que no se moviese tanto, era un coñazo llevarla apretada, pero suelta para el movimiento también lo podría hacer, aparte de que me raspaba bastante en la piel. Me acomodé también la vaina en mi espalda y caminé hacia ella para comprobar su estado. Mis pasos eran firmes y seguros, a pesar de tentar a la suerte de un ataque repentino de su parte, debería haber controlado un poco más mi desequilibrio antes de haberla atacado, no lo había hecho con ordenes ajenas, estaba cambiando ~.

- Perdone mi agresividad repentina y mi mala educación, mi nombre es Sir Zacarías Schneider. - dije presentándome con una reverencia de aquella época, siendo educado, como me habían enseñado a ser, a pesar de la mala época infantil. Me quedé estático en el lugar y me la quedé mirando como se curaba la herida de la quemadura ¿qué era eso? parecía ser una cosa bastante viscosa, por el hecho de que... aparte de que lo parecía físicamente, se quedaba ahí pegada.

- ¿Quiere qué la ayude? Aunque no parece muy grave.. - pregunté acercándome un poco a ella, agachándome apoyando una rodilla en el suelo, procurando no acercarme demasiado, por no molestarla.

Podría ser que le haya dolido bastante, el roce de la espada puede ser bastante grave, teniendo en cuenta la temperatura en la que podría haber ido, nunca la controlo, total, nunca controlo nada de lo que hago yo, siempre estoy a las órdenes de mi señor, aunque ahora mismo no tenga ni idea de donde esté. Alcé la vista al cielo viendo como poco a poco entrábamos en el atardecer, el sol se estaba yendo poco a poco ocultando su calorífica luz en el horizonte, entre las montañas, diciendo ya adiós al día, y hola a la noche. Era mi parte del día favorita, podía estar en cualquier lado sin ser visto, total, no podía ir a casa, no tenía, aunque no era un detalle muy a destacar.

- Suelo tener esos prontos agresivos, simplemente por mi confusión y falta de señor. Si vos lo desea, puedo ayudarle en cualquier cosa que esté en mi mano. - comenté mientras me inclinaba hacia adelante, en acto de lealtad, por decirlo de algún modo. Mi educación se basaba en eso, la lealtad a otras personas y la buena educación delante de todo, por el hecho de que, en aquellas épocas solía tratar con reyes, duques, condeses y cosas por el estilo, requería buena educación y diplomacia.

- ¿No hace calor para llevar esas ropas? - pregunté con un leve grado de curiosidad, aunque no era el más indicado, llevaba una armadura puesta, el calor interno era inaguantable.

Esa poción que tenía, ese color extraño, lo decía todo. Noté sus pérdidas de equilibrio continuas pero no hice movimiento ni intención de ayudarle, acataba órdenes de forma sumisa, solo haría algo si ella me lo dijese, no sabía actuar bien por mi solo, por eso, llevo tanto tiempo buscando con desesperación a mi señor, debo encontrarlo.

- Esta armadura simboliza que soy un caballero, a pesar de tener mucho calor, no he de quitármela. - comenté aun con la misma posición estática y recta que siempre tengo. El calor podría ser muy grande, pero esa armadura me había servido en múltiples ocasiones para aguantar golpes, caídas y demás, era muy resistente, aunque algunas veces yo mismo tenía que arreglármela, nadie quería ayudarme con semejante " tontería " según ellos, pero era una armadura de bastante valor, al menos para mi.

- Y sí, puedo asegurarle que esta armadura da bastante más calor que sus ropas, mi señora. - dije parándome en lo último a pensar, eso de " Mi señora " había sonado un poco a... " viejo " - Mi señorita. - dije cerrando los ojos a pensar, una pequeña brisa acariciaba ese lugar, eso indicaba que poco a poco la oscura noche comenzaba a entrar, no tenía mucha idea de que hacer, aunque, podría invitarla a una cena, no muy abundante pero podría.

- ¿Me concedería el honor de cenar con vos? - dije con total caballerosidad, una característica nata en mi.